Reposar suspendido en el aire, sobre una tela ancha colgada horizontalmente por sus extremos, eso es dormir en hamaca como se llama en Venezuela. Tiene su origen en el chinchorro, palabra caribe que significa red de pesca, lo que sugiere que su remoto origen, ya perdido en el tiempo, se halla en algún pueblo indígena ubicado cerca a una fuente de agua como el mar o un río. La hamaca forma parte de la identidad de los pueblos americanos, y su presencia es recurrente desde la Península de Yucatán hasta el río de La Plata. En Venezuela los Estados donde se fabrican las mejores son Falcón, Lara y Nueva Esparta.
Se diferencia del chinchorro en que el tamaño de este es siempre más pequeño y su tejido es abierto como el de una red. La tela de la hamaca es tejida en forma tupida, para la que se suelen utilizar hilos de algodón teñidos en vivos colores y puede llevar, como adorno, flecos que le cuelgan a los lados.
La hamaca se teje a mano en un bastidor fijo. Los hilos de la urdimbre se disponen en sentido vertical y son atravesados horizontalmente por la lanzadera que lleva enrollado el hilo de tejer. Sucesivamente el tejido se aprieta con un instrumento llamado “pala”. La elaboración de una hamaca común puede requerir de unos ocho días de dedicación exclusiva, para lo cual se emplean dos kilos y medios de hilo.
Hasta finales del siglo XV era desconocida en Europa, y se dice que el almirante Colón fue el primer exportador de este producto hacia el viejo continente. Allí, la hamaca retornó a su origen acuático, al ser rápidamente aceptada por los marineros europeos, quienes comenzaron a utilizarla para dormir en los barcos, mecidos suavemente al compás de la nave sin correr peligro de ser lanzados al suelo.
Andrés Díaz